miércoles, 22 de febrero de 2012

EL REBAÑO Y EL PASTOR


Los adolescentes valencianos, alejados de las aulas muchos, de los libros demasiados y del absentismo a clase excesiva han comenzado una cruzada alentados por un invisible pastor.
Una cosa, es ir por la calle paseando y encontrarte en el lugar equivoco en el momento justo para recibir un palo de la policía, y otra incitar con virulencia a las fuerzas policiales.
Viendo las imágenes, los que reciben son los de la primera línea de combate. Los más osados y los menos versados para la lucha. El pastor, se esconde en la última fila o simplemente está en un bar cercano tomándose un cafelito.
Para mí, muy alejado de agradarme la violencia y siempre haberme ahuyentado de ella, ver a padres y madres con niños pequeños secundar las repetidas manifestaciones en contra de la policía, me parece deprimente, salvo qué estén todos ellos en el paro, algo posible, y no posean nada mejor que realizar.
Defender a sus retoños, con varios suspensos y avisos de ausencias reiterativas a clase –no en todos por supuesto– es patrocinar y sustentar el futuro de una sociedad repleta de energúmenos al más puro estilo de los hooligans ingleses.
No estoy a favor de la policía, pero nunca estaré en contra de su difícil tarea. Por ejemplo, un servidor jamás hubiese sido policía, y mucho menos de los denominados antidisturbios. Me consta, que muchos de ellos, están en esa élite por portar en sus genes o en sus sueños poder pegar legalmente.
Sin embargo, tras haber hablado con algunos –entiéndase más de uno– ellos también pasan miedo. Esto me lleva al recuerdo, de hace ya varios años, justo tras los primeros meses de la invasión de Irak, y compartir mesa y mantel con un marine americano.
Un joven padre de familia, muy buena gente, y que me dijo:
Mira Pepe, esto es una chapuza, y de allí saldremos peor que de Vietnam. Si lo que desean es coger a Saddam Husein. Estados Unidos posee tropas de élite capaces de en unos minutos sacarlo del país. Pero, allí, uno se contagia del miedo. Miedo, por los niños de la mochilita. Y miedo al fin, por todo lo que se mueve.
Siete años más tarde, comprendí a este joven padre, ya retirado y que sigue siendo joven. Todos los años lo veo una vez al menos, lo analizo y tras su educada cordialidad y cariño hacia mí siempre veo una mirada lejana y fría. ¿No sé en qué piensa?
La violencia, solo genera más violencia, y desde estas sucintas palabras me gustaría transmitirles a los adolescentes estudiantes que se alejen de su pastor, y que no engrosen, la ya de por sí, larga lista de fracasados escolares. Pero, por encima de esto, está la conducta cívica.
Hoy me ha llamado un muy buen amigo mío de Jerez de la Frontera, lo somos desde hace 40 años, y hemos comentado el tema.
Ambos somos quintos, una palabra que quedará en desuso a no tardar, y los dos hemos coincidido en que jamás nos ha pegado la policía, y que nunca nos habían pedido por la calle la documentación. Ni antes ni ahora.
Hablamos de desemejantes épocas dispares, de diferentes educaciones y de disímiles formas de entender la educación, el respeto y la obediencia a las reglas del juego de la vida en sociedad. De sus circunstancias y de nuestras necesidades.
Y que conste, que no deseo poseer la razón, ésta camina esparcida por todas las mentes y en cada una anida la suya. Como decía Aristóteles, no existe La Razón.
José Pardo Ferrer.

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