domingo, 2 de octubre de 2011

STENDHAL EN "ROJO Y NEGRO"


Me gusta releer a los grandes maestros de la Literatura Universal, y considero que Enri Beyle, su nombre real, a través de la obra que encabeza el artículo merece pasar a la historia como uno de los magnos escritores.
Cuando, ya he leído un libro un par de veces, más tarde me limito a releer por el medio del mismo algún capítulo suelto. Pero, esta semana, quise comenzar por el principio por no recordarlo, Y me dio pena al leer el nombre del pueblo francés, con el que inicia el primer capítulo: UNA CIUDAD PEQUEÑA y se refiera a ésta como Verrières perteneciente al Franco Condado.
Pasé por ella con unos treinta y siete años, desde Lyon en busca de Suiza, por una carretera estrecha que se elevaba cada vez más, en busca de las escasas nubes de un cielo azul límpido rodeado por los colores verdes del entorno. Le pregunté, a una señora que cuidaba media docena de vacas, y muy amable, me indicó que tras pasar Verrières, al poco encontraría la frontera con Suiza, el pueblo chico, era igual a otros muchos que había visto tras abandonar la segunda ciudad de Francia.
Perdí la ocasión, de visitar el pueblo que tan bien describe el magistral escritor francés. Aunque he visitado muchos por distintas comarcas francesas, y todos acaban siendo igualmente bellos, y a la par, cada día más despoblados.
Solicito disculpas a mis lectores, por el devaneo que mi mente ha sufrido y por haber elegido tan torcido camino hasta alcanzar el quid de la cuestión. Ésta, es muy sencilla, desde hace tiempos inmemoriales, los alcaldes diversos, han poseído el mismo comportamiento avariento, soberbio y altanero.
Para comprobarlo, les invito a que lean estas frases textuales del alcalde del pueblo de Verrières a través de la pluma insigne de Stendhal: "pero si el viajero hace un examen detenido de su persona, hallará, a la par que ese aire típico de dignidad de los alcaldes de pueblo y esa expresión de endiosamiento y de suficiencia, un no sé qué indefinido que es síntoma de pobreza de talento y de estrechez de mentalidad, y terminará por pensar que las pruebas únicas de inteligencia que ha dado, o es capaz de dar el alcalde, consisten en hacerse pagar con puntualidad y exactitud lo que le deben, y en no pagar, o en retardar todo lo posible el pago de lo que él debe a los demás" (Sic.)
Por desgracia, esta parrafada de Stendhal sobre el alcalde de la pequeña ciudad de Verrières continúa poseyendo una puntual actualidad a través de nuestros actuales alcaldes, bien en ciudades de un millón de habitantes o de quinientos aborígenes. Por desgracia, cada día más, prolifera este tipo de ejemplares y cuya misión, va encaminada a empobrecer a sus acreedores, a costa de reclamarles con puntualidad suiza, sus deudos a sus deudores, y con amenazas incluidas, propias de viles usureros y que se pasean por el pueblo como absolutos y eternos propietarios del mismo, no sabiendo los muy incapacitados, que su mando y gloria tan solo son efímeros al igual que ellos mismos.
Hace unos días, se aprobó por primera vez en nuestra recién estrenada Constitución, una reforma con la que se puso un listón de endeudamiento para todas las autonomías y alcaldías. Y un servidor, que en demasías veces sigue creyendo que los pájaros maman, se pregunta: ¿Por qué no poner un límite a los sueldos de todo tipo de políticos? ¿Y qué, en dichas soldadas estuviesen comprendidas todas sus prebendas? Amén.
José Pardo Ferrer.

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