miércoles, 5 de octubre de 2011

LA DEMAGOGIA AL SERVICIO DEL PODER


He leído y releído el artículo aparecido, hoy por ayer, en Las Provincias, bajo el título de:
¿Suprimir o transformar las diputaciones? Y la abajo firmante, resulta ser María Jesús Puchalt. Diputada de Cultura. Diputación de Valencia.
En su artículo, muy bien perpetrado y magníficamente escrito, posee tres alegaciones por las que defender las Diputaciones Provinciales.
La primera la suscribe bajo el lema de la antigüedad, sin recordar que muchas cosas de las más caducas son antiguas. Quizás sea usted una dama tradicional que confunde lo crónico con lo rentable, y así mismo, con una clara duplicidad de deberes.
Otra parte de su largo escrito, lo dedica a su defensa a ultranza de la gran labor que las diputaciones ejercen, así como del bienestar económico que les proporcionan a los pueblos y sus comarcas. Y, un servidor suyo, muy atentamente le pregunta que, ¿si para generar esos beneficios, no son exagerados y elevados sus costes en más de 30 millones de euros anuales? Esta cifra, sin contar móviles, dietas por asistencia una vez al mes, guardaespaldas o coches oficiales y un largo ocultismo de más cosas que nunca se sabe.
Más tarde, su defensa ya se humaniza y se baja a la tierra para defender lo indefendible. Hace cuentas del incremento del paro que este hecho de echar el cierre a las diputaciones generaría.
Mi estimada María Jesús, estamos en época de rebajas y recortes –menos los salarios de los políticos– de momento, y esto a usted la perjudicaría en algo más de 70.000 euros anuales netos. Porque, al margen de los 31 diputados/as y los 37 asesores, de cuántos empleados hablamos. ¿O descubrirlo, podría resultar otro escándalo más, en este País de las Maravillas en el que se ha convertido la Comunidad Valenciana?
Al fin, mi resumen sobre su escrito, resulta altamente favorable para sus intereses junto al de todos sus congéneres.
¡Qué viva la Diputación!
Su cierre sería un serio palo para el paro. Aunque, que yo sepa todos los diputados son alcaldes, y alguno, todo sea dicho en su honor, ha prescindido de su salario como edil de su pueblo. El tiempo dará o quitará razones –o poderoso don dinero– señora mía, dicho todo desde mi máximo respeto hacia su persona y su elevado cargo.
José Pardo Ferrer.

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