Esta tarde una persona, me ha llamado egocéntrico o ególatra, la verdad es que no lo recuerdo. Aunque sí sé que desconocía ambos significados. Al decirme, que era un egoísta. Y, un servidor que posee como cualquier humano muchos defectos, el único que no he poseído en vida, ha sido el egoísmo hasta hoy y no creo que lo posea nunca.
Moriré siendo dadivoso tanto en mis sentimientos como en lo material, aunque no permisivo. La permisividad, es el antónimo de lo estricto, y yo soy estricto con el respeto que me deben guardar a mí, al igual que, con el que yo guardo a los demás.
Pero, ¿uno debe tolerar que le insulten aunque sea de un modo equívoco? Según, sea el grado de tolerancia que se posea, y yo guardo toda mi tolerancia, justo con aquellos que la poseen conmigo.
Entre una tolerancia, transigencia, condescendencia, respeto y paciencia, con aquellos que debiéndote un respeto no lo realizan, equivale a entrar dentro de la permisividad absoluta o algo peor. Y en vida, no deseo que se me falte al acatamiento, eso me puede alcanzar después de muerto.
Es como, aplaudirme al escribir lo que le guste a alguien, y obligarme a no escribir sobre temas escabrosos, según otros. La libertad del individuo, y la mía ante mi teclado no posee precio, pero hoy he sido permisivo o tolerante, aunque no me lo haya agradecido mi insultante. Todo lo contrario, me ha amenazado.
No sabe esta persona, que la amenaza es lo más cobarde que existe, ya que casi siempre coincide el amenazante, con el ser torvo y amenguado.
¡A quién corresponda!
José Pardo Ferrer.
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