martes, 31 de enero de 2012

EN TIERRAS MUY LEJANAS...


..., desde mi horizonte de niño pobre, existían unos gobernantes que se habían propuesto repartirse todo el pastel aunque muriesen en el empeño de comérselo.
Necesitado el pueblo de lo más necesario, veía con ojos entre vidriosos e incrédulos, ¿para qué deseaban robar tanto si al morir no se llevarían ni un céntimo a su pomposa tumba?
Para mí, nacido en Bétera, todo era lejano salvo Valencia a la que mi pobre madre me llevaba todas las semanas, para que, un gran médico y mejor persona me pinchase.
Mi infancia y mi ignorancia cabalgaban juntas, criado en tierras ajenas. A los 9 años, aún no había visto nunca el mar. Y mi mente infantil un tanto constreñida por las circunstancias de la época y el entorno de la tierra, me hacían vivir exiliado –por fortuna– alejado de todo lo mundano.
Pero, un día todo cambió. Don Carlos y su esposa doña Adelita, prepararon una excursión en su Fiat Balilla a la playa de las Arenas de Valencia para que Pepito viese el mar. Como grandes señores que eran, se llevaron ricas viandas y finas esterillas de esparto junto a una sombrilla para que doña Adelita se resguardase del sol.
Yo, llevaba un pantalón –con las culeras remendadas– con tirantes y un pichi delantero y mi sombrero de paja, el mismo que utilizaba para mis trabajos en el campo. Don Carlos, había cargado con su trípode y la máquina de fotografiar con disparador automático. Se hizo la fotografía de rigor con la mar como fondo, y sin un alma a nuestro alrededor a pesar de ser en el estío: "igual que hoy".
En ella quedó plasmada, un niño muy pobre y un matrimonio rico y hacendado, pero a mí me gustó. Pasé un gran día con estos señores para los que trabajaba y a los que servía, pero, los que a su vez me querían y trataban como a un hijo. Y, así conocí y vi por primera vez el mar, tan cercano y tan alejado de los pobres y menesterosos.
Y, un día, al año siguiente, me enteré de que existía un pueblo denominado Manises: laborioso, industrial y artístico con todo tipo de cerámicas. Por desgracia, las importaciones de la lejana China, han dejado un pueblo en ruina industrial aunque muy habitado dada su cercanía a Valencia.
Pasado mucho tiempo de todo aquello, hoy más de sesenta años más tarde, en Manises vive y rige con vara de mando al pueblo, y roba a destajo. Su nombre no importa, y además Alfonso Rus es su protector, el pequeño gran hombre presidente de la Diputación abona la gran decadencia de una tierra muy lejana, entre otros golfos más, y lo mantiene como vicepresidente suyo en la Diputación de Valencia.
Se ha metido en el negocio de los lodos, pero sin mancharse a causa del trabajo, y untarse con millones de euros convencido de que antes de portarlo al cementerio le pondrán varios fajos millonarios en la caja mortuoria. ¡Será imbécil!
El juez, le solicita una fianza de 25 millones de euros a él y a 14 amigos más de los imputados en el caso EMARSA, y entre otras cifras una de 14 millones a uno que se dio a la fuga y camina por el Chinatown de San Francisco, con dos farolitos rojos colgados uno en cada oreja y un batín de rica seda de "cuc" adornada con un gran dragón.
Y, hay otros pintorescos personajes imputados, Eva María Marsal, empresaria de modelos. ¡Coño, y qué es eso! Bueno, para un servidor que soy de pueblo y labriego ancestral, he pensado que, a esta señora que el juez le solicita cien mil euros de fianza, debe de poseer una tienda de modelitos de los caros, algo similar a los trajes de Paco Camps.
Pero, no se trata de eso, es algo muy antiguo; es una "Madame" encubierta "probablemente", y que posee una empresa para facilitar azafatas rumanas de veinte añitos camufladas como interpretes. Uno no sabe, por no haberse movido en esos ambientes de alta costura. Ya me hubiese gustado.
Y en esta tierra, en la que nací, crecí, trabajé y en la que moriré, ha quedado tan alejada de lo que fue, como el mar que no conocí hasta los nueve años tan cercano, pero, inaccesible para mí.
Así, se alejan las cosas más cotidianas de nuestras vidas, tierra de bandoleros, de ladrones, de sinvergüenzas de imputados y que siguen ocupando dos regios sillones al unísono con dos sueldos a cargo del erario público.
En tierras muy lejanas... Valencia, ha perdido el rumbo, el Norte y la vergüenza labriega que nos hizo abastecer de nuevas glorias a España...
José Pardo Ferrer.

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