Al no vivir en una ciudad propiamente dicha, me desplazo cada mañana a mi puesto de periódicos donde me guardan la prensa, este lugar es una gasolinera que dista tan solo a dos kilómetros de casa, sin tanto calor muchas veces lo realizo caminando.
Al llegar y al marcharme veo este verano, algo que me recuerda mis tiempos de adolescencia, juventud o niñez. Los coches paran y se alejan un poco del edificio.
Yo me mantengo a una distancia prudencial dentro de mi vehículo, con el motor en marcha y con el aire acondicionado, y como los espías, con un periódico desplegado sobre el salpicadero que no leo. Veo el trajín de idas y venidas con las manos vacías. Cuando ya todos han acabado con sus necesidades fisiológicas, plenos de risa, jolgorio y buen humor, sacan la nevera y los bocatas envueltos, de momento con papel de plata, ya les llegará el turno para el papel de periódico de estos que se reparten gratuitamente por las calles.
La esposa o pareja de hecho, comienza con el ritual de abrir los bocadillos para sus dos vástagos, mientras su esposo se encarga de la nevera y reparte las latas de refrescos o el agua con vasos de papel, igualmente volverán los vasos de aluminio, y comienza el picnic con alegría como nosotros realizábamos, pero sin coche y en tranvía, cargados con nuestra rueda neumática de camión repleta de parches, al margen de todo el condumio, hasta la playa, o en tren de cercanías hasta algún pueblo de montaña, en busca de un riachuelo cercano y sombra.
La necesidad, agiliza las mentes y une a las familias, y los españoles que vivimos toda la posguerra poseíamos mucho ingenio y gran capacidad de trabajo. No tardaremos mucho, en no poder utilizar el coche debido a la carestía del combustible así como por su carísimo mantenimiento, y no ocurrirá nada por ello. Perderemos los kilos que nos sobran a base de caminar más. Igualmente seremos felices de no poseer coche a cambio de no deber dinero. Dormiremos a pierna suelta.
Hoy en día, tal como se nos avecina septiembre, no deber nada equivale a ser rico. Sin deudas, con muy poco se subsiste, y si a esto le añadiéramos la bendición de rebajar el número de parados, entonces España, sería un Edén.
Tranquilicemos nuestros afanes por las cosas superfluas, y centrémonos en la economía familiar, alejada de fantasías innecesarias. Eduquemos, yo ya ejerzo de abuelo, a nuestros hijos de acuerdo a la época, y eliminemos la palabra de que, menganito o sotanito realizan esto o aquello, y lo cual, queda muy alejado de nuestros posibles, y que el niño aleccionado por sus próceres, no posea vergüenza alguna a decir a otro niño, que él, no puede tomar eso o aquello debido a que es pobre.
Y esperemos, a recuperar otras buenas y sanas costumbres, aunque difíciles de digerir. Sin embargo, siempre será más dificultoso no poseer digestión alguna.
José Pardo Ferrer.
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