Esta semana pasada, caminaba por el barrio de San Isidro para alcanzar la estación del metropolitano. A mi edad, más que caminar se anda, y un servidor, aprovecha la lentitud obligada para observar todo aquello que la calle te indica el pulso de la economía.
Me fijo en los locales que están cerrados, igualmente, en aquellos que están abriendo algún “negociete” por personas –normalmente matrimonios jóvenes en paro ambos –con la ilusión y la pérdida del sueño, al igual que el adolescente ante su primera cita amorosa. Por todas partes vislumbraba: se vende, se alquila y se traspasa.
Al ir a cruzar un paso de peatones, le cedí el paso ante mi asombro, a un triciclo cargado de cosas bien envueltas. Lo pedaleaba un joven de unos treinta y tantos años y se paró en un bar, recogió un paquete y lo entró cargado sobre sus hombros hasta el interior del establecimiento. Alcancé la puerta del citado bar justo cuando éste salía con un papel en la mano.
_ ¡Buenas tardes, y disculpe, por favor!
_ Hola, dígame.
_ Como verá soy ya bastante mayor, y hacía muchos años que no veía un triciclo, para usos comerciales como los de aquellos años cuarenta y cincuenta. Además, éste es casi exacto a los de mi época.
_ Sí señor, es idéntico; mi padre lo conservaba tirado en un corral y yo lo he reconstruido, y con él me gano un poco la vida. Ejerzo de autónomo y reparto cosas que no sean muy pesadas. Me pedían que poseyese una furgoneta, pero no teniendo dinero ni crédito, me presenté con el triciclo que usted ve, y que es de los años citados por usted, y dando pedales alimento a mi familia.
Le tendí la mano y entrechocamos ambas. No pude menos que felicitarle, y le dije: si usted hubiese acudido a mí, siendo yo el propietario de esa empresa con el triciclo, yo le hubiese dado el trabajo igualmente y de inmediato.
Le deseé suerte en la vida de todo corazón, y partió rápido dando pedales con su triciclo todavía con bastante por repartir.
Yo, continué mi pausado camino hasta la estación de San Isidro. Las conclusiones se las dejo a mis lectores, aunque muchos desconozcan cómo era, un triciclo de los años cuarenta.
Capricho.
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