¡ADIOS, BUEN AMIGO PEDRO!
Sé, que prácticamente, a ningún lector de mi página web le sonará el escrito. Sin embargo, éste es mi tributo a Pedro Guillem Nacher. Médico, psiquiatra y uno gran psicoanalista de reconocido prestigio nacional e internacional.
Recuerdo como si fuese hoy, el día que él y su esposa, se personaron en nuestra casa para presentarnos sus respetos como vecinos, e invitarnos a la suya a tomar café. Más tarde nuestra entonces diminuta urbanización ha ido creciendo. Hoy, 36 años más tarde, y rodeados de casas chalets hasta alcanzar el suyo, nadie más –salvo míster and misis Bradbury, de calado recuerdo para mi esposa y para mí, ya fallecidos ambos, realizaron este cívico acto.
Durante un tiempo, fue el único médico que existía en nuestra pequeña comunidad, y él actuaba de acuerdo con –el juramento hipocrático que en su día había ejercitado– igual cosía una herida, que se mantenía expectante por si se hacían necesarios sus servicios ante el alumbramiento inminente de una vecina.
Pasados un par de años, fueron llegando más médicos, pero sólo un matrimonio encantador, ambos médicos, y más tarde roto su amor por parte de él, hizo que el peso sobre Pedro se descargase, aliviase o compaginase entre ellos. Imposible olvidar el encanto de “sor” Virginia Pertejo y el de su ex esposo Constantino Tormo.
Fueron años muy felices, que ayer ante su féretro iba recordando, nuestros retoños siempre andaban juntos, y su hijo mayor Jordi portaba la voz cantante entre mi hijo y su hermano. Éste, era un portento de sensibilidad con la naturaleza y los animales, así pues, sus juegos eran sosegados y nada ruidosos. Mandaba y dirigía él el grupo.
Aún eran años en los que dejábamos las cancelas abiertas y los coches con las llaves puestas. Una mañana, al ir a jugar al tenis conmigo, y al cual, lo tuve afiliado más de seis o siete años, con gran sorpresa vio que el coche le había sido sustraído. Mi otro gran amigo y condiscípulo, Federico Babiloni y yo, nos moríamos de risa ante la sorpresa de Pedro.
Fede, y su inseparable esposa Nieves, siempre bromista y amigo de sacar motes, riéndose a carcajadas me dijo: “El psiqui se ha vuelto loco”.
¿Más todavía? Le contesté yo. Y volvieron las risas.
Lo acerqué hasta la Provincia de Cuenca a recuperar su coche.
Ante estas actuaciones de Fede y mías, otro buen amigo alemán Pepe Müller y su esposa María de los Ángeles, pero éste, con su falta de humor hispano, respondía:
¡Sois unos payasos!
Con esto, nuestra hilaridad iba en aumento.
Conformábamos una gran familia, y a ello, contribuía poderosamente, que todos nosotros muy jóvenes y con niños pequeños, tuviésemos a nuestros respectivos padres o suegros todo el verano con nosotros.
Ayer por la mañana, me llamó mi buen amigo, Federico Babiloni para darme el día, el disgusto y la luctuosa noticia. Abandoné mis planes, y me fui al tanatorio, para despedirme de Pedro. Me mantuve ante su féretro mirándole a la cara más de quince minutos. Durante este lapsus, mi mente fue recorriendo vivencias afectivas y de serena amistad. Imposible no recordar a Jesús y María del Mar. Otra pareja entrañable. Pero, Pedro yacía allí y ya no volvería a escuchar sus chascarrillos irónicos. Ésta, era la triste y única realidad, ahora, cuando tecleo sólo su cuerpo habrá sido pacto de las llamas.
Me mantuve con su esposa Amparo, con su hermana y una sobrina durante quizás demasiado tiempo, y recordamos muchas cosas. Antes de abandonar la sala mortuoria, volví para posar de nuevo ante él y despedirme para siempre, aunque él sabe que siempre permanecerá vivo en mi corazón y recuerdo mientras yo viva, así como en el del resto de sus buenos amigos de esta comunidad de vecinos.
Amparo se mantenía muy entera. Quizás, ¿aún no sabía la cruda realidad? Hoy, al llegar a casa y acostarse se dará cuenta de ésta. Su marido, Pedro, ha muerto. Descanse en paz un buen amigo, buen padre y ejemplar esposo.
Pepe Pardo.
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