No confundir con tironear. Aunque, a la hora de la verdad se trate de lo mismo pero de un modo legal. Es decir, no deja de ser un latrocinio encubierto que ahora desea llevar a cabo el Gobierno de España, ampliado a todas sus comunidades y ayuntamientos, con la finalidad de aligerar sus deudas años ah contraídas con honestos y crédulos acreedores.
¿Qué, pueden realizar éstos ante semejante derecho de pernada? Quizás, morir antes de cobrar un dinero que cada día se desvaloriza, o disfrutar de una mínima cuantía en vida.
El Gobierno de España, facilita ideas a los más avispados, y acabará convirtiendo al pueblo en trileros. La justicia, comienza por valorar asesinatos a cambio de 15 años de cárcel. Lo que en realidad equivale a decir que, se puede asesinar impunemente. Puesto que, tras unos siete años cómo máximo de pena plena de gozos y disfrutes carentes de cualquier necesidad, se saldrá para volver a asesinar e ingresar para una vez más y de un modo gratuito vivir rodeado de pleno confort carcelario.
Hoy, acabo de oír en el telediario, que para medir el manejo de fondos fraudulentos, Hacienda usará los recibos del consumo de luz. ¿Cómo, si cada cual, no pudiese destinar su dinero con preferencias personalizadas? ¡No te jode!
Habrá quien no consuma apenas, por darse la gran vida viajando y pagando en dinero contante y sonante hoteles de lujo. Otros, envejecidos y enfermos, prefieren el confort en casa y constriñen sus gastos en otros eventos.
Cada vez, le veo menos futuro y menos privilegios a la libertad, salvo para aquel que no posea nada qué perder. A mí edad, igual es mejor ir a la cárcel que a un geriátrico. Nunca se sabe…
La verdad, es que tras varios días consecutivos de escribir cotidianamente, me ha entrado una vagancia excelsa para seguir realizándolo, y me estoy dedicando a corregir y ampliar mi novela eterna. Y que, estar está terminada.
Pero, en el fondo, resulta ocurrirme que cada jornada me gusta más llevar una vida contemplativa leyendo, y escuchando a los rosales como resucitan con estas temperaturas y oír el crecimiento de sus primeros tallos.
Contemplar los floridos almendros y melocotoneros, y deleitarme con la suave brisa del mediodía que me reconforta y aleja de mi escritorio. ¡Igual me estoy convirtiendo en un vago! ¿Oh, soy más viejo de lo que pienso?
Muy a menudo, recuerdo a mi señor padre. Fue un hombre extremadamente trabajador. Pienso, sin falta de modestia que igualmente lo he sido yo. Sin embargo, pasados los sesenta y cinco o sesenta y seis, mi padre ya no quiso venir conmigo a cazar ni al fútbol. Sencillamente, se entregó y dijo: ¡Basta!
Igualmente, les ha ocurrido a primos hermanos míos, que hoy cuando nos vemos ha dejado de ser como hace, tan solo, unos seis o siete años. Ninguno posee actividades. Y es que, a pesar de lo que se diga, el tiempo no existe, lo inventó y mide el hombre.
¿Cuántos años tenemos? Depende de los contextos de cada uno o de sus circunstancias. De ahí, que igual un servidor, simplemente se está convirtiendo en un vago de profesión.
¿Y, qué ocurriría si así fuese? Pues, que si soy feliz, ¡viva la vagancia! Ya saben, por lo tanto, si un día o en una semana no aparecen escritos míos, se debe sin excusa alguna a mi estado contemplativo entregado al divino arte de ejercitar la vagancia como experto de la misma.
José Pardo Ferrer.
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