Alfredo o Alfredito, como desea que le convoquemos todos los españoles, durante su estancia en Barcelona, acaba de "ciscarse" en la más alta instancia de la Justicia de España. ¿Cómo fiarse de éste? Espinoso se me antoja, darse a un candidato a la presidencia de España, y que ningunea y maneja a la Justicia como supuestamente en el caso BILDU.
Si lo ha realizado – y no me cabe ninguna duda– para asegurar votos en Cataluña, aún se me presenta más vil y retorcida su actuación. Ya lo fue, y miremos cómo andamos con Vascongadas. Lo suyo, es captar votos y asegurase el mando –sin entrar a valorar por mi parte si los otros serán mejores algo de lo que dudo mucho– pero, al menos espero que no le ofrezcan a una banda de asesinos, todo el poder que le ha otorgado Alfredito, a través de la legalización de un partido político claramente pro etarra.
Crear una mentira resulta harto fácil. Dificultoso y peliagudo es mantenerla, pero, lo realmente espinoso es deshacer la ficción y convertirla en una veracidad negativa, que equivale a un embuste positivo.
La Vascongadas, al igual que Cataluña dará más trabajo al resto de España que dos "gorrinos" sueltos. Y, el entuerto o errores de Alfredo Pérez Rubalcaba, mucho más de subsanar, aunque no creo que posea remedio.
España, en estos momentos, necesita la colaboración pacifista de todos los españoles, así como su colaboración con los años que se nos avecinan. No verlo, es de egoístas e iconoclastas de la unidad social, y de una lucha codo con codo para salir adelante de la grave situación financiera en la que nos han metido todos los políticos sin distinción, salvo los que no manejan presupuestos económicos.
Darle la razón a Cataluña, sobre su sistema educativo lingüístico –estimado Alfredito– es ir en contra de la lengua que usted ha mamado desde la cuna, junto con más de 400 millones de seres en el mundo. La atrocidad sobre la lengua cervantina por parte de Cataluña, posee nombre y apellidos, y su apoyo, mi estimado Alfredo es una atrocidad cultural interesada.
¡Qué la sociedad le perdone! ¿Sí puede?
José Pardo Ferrer.
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