jueves, 8 de septiembre de 2011

ADIÓS A LOS BARRIOS CHINOS


Efectivamente, nos hemos despedido de los barrios más castizos de todas las grandes capitales, y sobre todos, de los de las ciudades portuarias. No se ha hecho necesario despedirlos agitando un pañuelo blanco en el andén de una estación de tren, simplemente se ha extinguido su ubicación, y al mismo tiempo el trabajo más antiguo del mundo, se ha expandido por doquier invadiendo las periferias de las grandes ciudades y sus descampados.
Por otro lado, la epidermis de la piel de estas honestas y súper explotadas trabajadoras, ha cambiado al igual que el exotismo y generalidad de razas.
Hoy, se anuncian en los periódicos la peculiaridad y variedad de éstos, que comienzan por ser muy originales. Con la depresión económica, encubierta por los políticos, y asentada desde hace más de dos años entre nosotros, ya se divulga todo tipo de exóticos servicios que siempre han existido, y que los viejos sabemos que todo está inventado en cuanto a este menester mitad fisiológico y la otra parte lujuriosa y un tanto pervertida.
Las casas confortables plenas de meretrices recién llegadas y casi vírgenes, según rezan sus panfletos, van desde estar en activo las 24 horas hasta admitir todo tipo de tarjetas de crédito. Los servicios, siguen anclados en las rebajas. Las copas gratis, y los precios oscilan "desde" el ya clásico, hasta no sé sabe cuánto.
Y, yo me pregunto ¿Qué pasa si uno acude allí, se pide una copa repantigado en un sofá, mientras espera el desfile, y se levanta, y a la madame de turno le indica que no le gusta ninguna? ¿Le harían abonar la consumición pertinente? ¡Seguro, menudas son las madames! Lo qué no sé, es esa manía de denominarlas en francés. ¡Cosas que pasan!  
En estos momentos, solo las más desgraciadas hacen la calle y el campo. Y se exponen a todo, y para mayor INRI son a las únicas que la policía detiene, mientras que pueden recurrir a cualquier periódico y ver todos los anuncios para personarse allí deteniendo incluso a la madame de turno.
Por lo tanto, el barrio chino antiguo de la ciudad de Valencia, se ha ido extendiendo por pisos o locales abiertos al público las veinticuatro horas del día –supongo que previo pago de los correspondientes impuestos– de este singular modo, la ética o moral de nuestras autoridades está en paz con su conciencia y con su Dios. Piensan éstos, que sin escándalo no hay pecado, y que el pecado es el escándalo.
Hasta edificios de cinco plantas anuncian, las veinticuatro horas del día, incluso los sábados, domingos y fiestas de guardar, y tan solo desde 50 euros.
Otras menos pomposas, desde 30 euros con todos los servicios incluidos. Con su página web incluida y con "Wi Fi", supongo que para que los ejecutivos trabajen entretanto trabajan con sus lujurias. Y, ya por fin, encuentro uno con un precio realmente asombroso, nada de "desde", sino 20 euros con todo lujo y en todos los idiomas.
En algunos anuncios explican que hablan inglés, aunque en todos ellos anuncian el francés como prioritario.
Al fin, alcanzo a vislumbrar que el barrio chino de Valencia, se ha expandido por toda la ciudad y su metrópoli, incluyendo los hoteles de lujo y en las cafeterías. Es otra prostitución más liberada.
Tal como vi en las ruinas de Pompeya, en el año 79 de nuestra era, ya existían los lupanares. Había una casa, que anunciaba con un falo en su puerta el lugar para satisfacer la lujuria, y en la de al lado, indicando que el lupanar estaba en la siguiente puerta hartos de que les llamasen e interrumpiesen su sueño a altas horas de la noche. Hoy casi 2.000 años más tarde, se podría decir, que igual puede ocurrir en las fincas de vecinos para los que se equivocan del timbre correspondiente.
Lo dicho, en estos lugares se habla varios idiomas, castellano, valenciano en algunos casos, inglés en otros, pero predominan el griego y el francés. Para que luego digan, que el griego es una lengua muerta.
José Pardo Ferrer

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