Una vez más, queda demostrado el talante gubernativo de Zapatero. Su estilo, me recuerda a los grandes autócratas, déspotas, totalitarios u opresores que tanto hormiguean por el tercer mundo. ¡Una pena que España no posea los atributos de los pueblos tunecino y egipcio!
Ha recibido en la Moncloa, su casita de papel, a Arturo Mas, y sin más protocolos, diligencias, dilaciones ni consultas con el “Muñeco de falla” que representa la ministra de economía, le ha dado el visto bueno para que Cataluña emita deuda pública entre los 2.000 ó 2.500 millones de euros –de momento– más tarde y antes de aprobar la Ley de endeudamiento de las autonomías, les otorgará permiso para emitir más millones de la susodicha deuda.
Zapatero, es otro “muñeco de falla” en manos de Cataluña, un pávido y un torpe. No hace tanto, anunció a bombo y platillos que, si las autonomías no cumplían con sus compromisos de estabilidad presupuestaria, El Gobierno –Zapatero– las metería en vereda –a todas por igual menos a Cataluña– le faltó decirles en una entrevista a el “Finantial Times”.
Es el presidente que más miente, que menos respeta a su grupo de ministros, y que su palabra no vale ni un céntimo de peseta. En él, la mendacidad y el embuste son consustanciales e indivisibles. Habitan y conviven con él jugando a la tarara. Y además, se baja los calzones y expone su esfínter sin recato ante Cataluña.
¿Qué más puede España esperar de Zapatero? ¡Cualquier cosa! Todo menos rigor y equidad a la hora de gobernar por igual a todos los españoles. Él, y la pléyade de polichinelas que componen su gobierno, no merecen ningún crédito. ¡Cuánto digan es mentira! La fiabilidad ni la veracidad no son su estandarte. Y, lo peor, está por venir con la otra banda de la vereda contraria.
Realmente el pueblo español lo tiene difícil. Lo mejor, y más aconsejable, que vote todo él en blanco. Al menos, así lo realizará un servidor, pues al derecho del voto no renunciaré nunca, bastantes años esperé ese derecho constitucional.
Hoy, España se ha convertido en un pueblo de mendigos, ir por la calle o sentarte en una terraza a tomar un café resulta inviable, el asalto es constante y continuado por parte de los necesitados. Quizás por esto, no vea a ningún político sentado a pecho descubierto tomando su cafetito en un lugar de la vía pública. El hambre y la necesidad, esos ingredientes que incendian un país, se dan cita en la España actual.
Como “El abuelo cebolleta”, voy a contar un sucedido:
En 1973, en plena canícula y tras acabar mi jornada laboral en Málaga, tras una ducha reparadora salí a la calle, y encaminé mis pasos hacia la popular calle Larios. Subiendo a mano izquierda, en la terraza del “Boquerón de Plata” me senté en una mesa. Antes de que llegase el camarero, se sentaron en la mesa de al lado dos viejecitas, sacaron sus monederos y depositaron cada una cinco monedas de un duro en el limpio cenicero.
Me quedé pensando en la escena y en el porqué de ello. Se pusieron a charlar serenamente; a los pocos minutos llegó un mendigo, metió la mano en el cenicero y cogió un duro. Ellas se estaban tomando un sorbete de limón y seguían su plática coloquial y placentera. Llegó otro, metió la mano en el cenicero y cogió otro duro, y así sucesivamente. Nadie las molestó, ni tan siquiera después de dejar el cenicero vacío, pero, un servidor no daba abasto a negar limosnas tras dar un par de ellas. ¡Qué sabiduría poseían aquellas dos ancianitas, y qué lección recibí!
Bien, pues estamos regresando a los 1973, a la España de los últimos años de Franco. Tanto gobernante manirroto y diecisiete Españas nos han abocado a esta época olvidada por unos y desconocida para otros.
Pero, en Cataluña la bolsa “sona”, y para ello se bastan Zapatero y sus mendacidades. ¡Pobre España!
José Pardo Ferrer.
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