PRONUNCIAMIENTOS COERCITIVOS
Seguramente, ya estamos en campaña preelectoral. Son tiempos, para que en las reuniones convocadas por los políticos, éstos le ofrezcan al crédulo pueblo lo que éste desea oír: “Mucho más de todo, en contenido de bienes materiales, para la fruición, disfrute y goce de una vida alejada de pronunciamientos coercitivos, restrictivos en la complacencia placentera, y que no estén éstos, sometidos a las leyes del orden, ni comprometidos con la obediencia a los padres, y éstos alejados de la obligación de educar; ni con compromisos sobre el buen comportamiento –en el seno de la ciudadanía y de la familia– o regido por las normas que regulan la ética o la moral”.
El político, está para: “prometer hasta el meter y no dar hasta el sacar” aunque esto, ya hoy, sirva para ambos o el mismo sexo, en el segundo caso, aunque éste siempre existió, sólo mentes perversas les hizo mantener el secreto en los últimos cincuenta años.
Deseo dejar claro, muy claro, no poseer ningún tipo de reserva hacia el mundo homosexual. Mi respeto para ese sector, sin matices, es absoluto y, además, como escribió en su día Enrique Jardiel Poncela: “Haberlos, los hay hasta capitanes de barco”. Y ahí han estado y vivido camuflados en todos los órdenes de la vida civil y castrense; mucho más en el segundo, entiéndase ejércitos e iglesia.
Dejando este tema al margen, y retomando los discursos políticos que se nos avecinan, los próceres que van a dirigirse al pueblo –desde disímiles ideologías– todos van a prometer una vida alejada de la disciplina cotidiana y de sus obligaciones. Una existencia idílica y paradisíaca, esa que se vive excluida de empréstitos, deberes y compromisos. Ésta que se la ha dado hasta hoy a la juventud, y los resultados, desde mi máximo respeto hacia los jóvenes, ahí quedan a la vista, siempre expresado en términos generales. Un porcentaje muy elevado de éstos –afortunadamente no todos– viven muy alejados de la triste realidad. Los ha educado el Gobierno muy alejados de obligaciones y muy apegados a unos derechos más que dudosos.
Nadie les ha inculcado que el estudio, es el trabajo y la obligación cotidiana preparatorios del futuro inmediato. Y esto, ahora de boca de los políticos, no oirá ni una palabra. Aunque, eso sí, les prometerán más satisfacciones y comodidades para estar en las colas del paro o de las Casas de la Caridad y bancos de alimentos. En ellas, no se hará necesario solicitar la vez, habrá sillitas plegables para la espera, y sombrillas o paraguas según llueva o haga mucho sol.
Se les llamará por orden alfabético, y se les citará con gran tacto y cariño. Igualmente dispondrán de hojas de reclamaciones, caso de que el arroz esté duro, pasado, frío o demasiado caliente. Los preclaros políticos, les prometerán las suficientes residencias para sus padres con el fin de que se abstengan de soportarlos en la vejez, y nada de visitarlos, no se vayan a desmayar los vejetes al verlos entre tinieblas vidriosas.
De sus entierros, tampoco deberán de preocuparse, todo correrá a cargo del partido político correspondiente. Nada que decir sobre, embarazos prematuros e impertinentes, las niñas –no tan niñas– poseerán todo tipo de facilidades. Una noche, teórica en casa de una amiga imaginaria, bastará para deshacerse del incordio de un niño no deseado, y esto, tantas veces cómo se haga necesario.
Todos los discursos, en diferentes lugares de encuentro, guiarán al rebaño electoral por los mismos senderos de pastoreo. La promesa de grandes pastos, verdes, tiernos y abundantes serán sus grandes ofertas, e incluso, algunos prometerán el consabido dos por uno. Otros menos dadivosos, ofertarán la segunda unidad a mitad de precio. Y ni una palabra, que llegue a oídos de los posibles electores, coercitiva.
Sin embargo, ningún discurso contará la realidad en la que vivimos: Cuatro millones y medio de parados y cerca de 170.000 familias, sólo en nuestra Comunidad, con todo su linaje sin ingresos.
¡Porca miseria!
José Pardo Ferrer.
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