sábado, 15 de enero de 2011

¡EN LOS ESCUSADOS!

Quienes deseen darle unas caladitas a un pitillo, tras la comida de rigor, antes del cafetito y más tarde, deberán de ir a los escusados o retretes de los bares. Se pedirá la vez, y la cola se verá muy concurrida. En ésta se entablarán amistades e incluso se podrá ligar. La ventana, caso de existir, habrá que mantenerla abierta, aún a riesgo del consiguiente resfriado al sentarse con el culo al aire.
Lo malo en estas colas será, cuando a alguien no fumador le aprieten las necesidades fisiológicas mayores. ¡Por ahí se puede armar la gorda! Y haber más que palabras. Esperemos que no llegue la sangre al río, o al escusado, por un allá quítame una paja. Pueden salirle imitadores para ganar metros en la cola, el deseo y placer por fumar, creará picarescas.
Yo, sin ser muy fumador de adolescente y joven, buscaba el escusado por las noches para fumarme un pitillo a escondidas de mis padres. Y eso que ya tenía veinte años. Dejaba la ventana bien abierta, para que se disipara el humo.
Igualmente el escusado se usaba en los institutos. Pero, pasado éste, ya en la Facultad o Universidad, nos dejaban fumar en clase, aunque no, asistir a ésta sin corbata.
Un servidor que siempre fue de izquierdas, pero no de éstas izquierdas de hoy en día, a los que tan sólo les falta ir con el brazo derecho en alto y la palma de la mano extendida hacia abajo, estaba como loco esperando que se muriese Franco –con perdón hacia todos los franquistas y a los de  las derechas– con la finalidad de alcanzar una libertad, y ésta nos llegó de la mano de Felipe González.
Hasta Carrillo, incitó a los jóvenes a fumar porros. ¡Qué tiempos! Y, qué sentido de la moral política.
Disfruté de esta democracia enmascarada dentro de una Monarquía, amañada y atada por el dictador, sobre todo cuando viajaba por medio Mundo, y ya podía alardear de ser español en Corea, China, Estados Unidos y sobre todo, por toda Europa. Y el non plus ultra del goce, fue cuando España entró en la Unión Europea de hecho y con todos los derechos, de la mano de aquel extraño hombrecito, el señor Morán, del que nunca se sabía si iba o venía. Pasé a poseer pasaporte comunitario, y no realizaba colas en los aeropuertos europeos.
Pero de repente, con Zapatero, él que se ha manifestado como rojo, nos han llegado todas las intolerancias y prohibiciones más disímiles, y todas ellas con la consiguiente sanción debajo del brazo. Yo que llevo 19 años sin fumar, tras haber estado otros siete anteriormente, no me cabe en la cabeza, esta medida inquisitoria, junto a otras de mayor calado, y todas ellas al descuido y por decretazo. ¡Menuda libertad!
Sin embargo, igualmente ocurre en la media España en la que Gobierna el PP. Aquí, con tal de recaudar y jodernos lo más posible, posee un paquete de asesores cada político, dedicados a hacernos la vida imposible.
En España, al margen de los parados, que suman casi cinco millones, al resto nos han convertido en corderos guiados por gañanes, y casi hay más gañanes que corderos. ¡Qué cosas! ¿Lo qué no sé, es cómo mantener a tantos gañanes?
Habrá que dar muchos rodeos por las vías públicas para poder encender un cigarrillo, y fumarlo con deleite incontenido y placer hasta apurar la última calada. No va a resultar fácil, cuándo no pasas cerca de un parque, es por un colegio, hospital, clínica o ambulatorio, o te das de bruces con un no fumador con ganas de joder y denunciar. No sé, pero lo veo complicado para el colectivo.
Lo siento por todo el núcleo de fumadores/as, y al cual le ofrezco todo mi apoyo, aunque me temo que esto no baste. Pero les recomiendo como el lugar más íntimo, el escusado. A un servidor en mi juventud, siempre me dio buenos resultados. ¿Oh, dónde creen que se lo van a fumar en lo sucesivo los médicos y enfermeras/os? ¡En los escusados! Pero, allí habrá un rollo de esos con numeritos, colgado en la pared cercano a la puerta de cada retrete o común.
Un bedel, dirá aquello: ¡El 23!
 Yo, yo…
Joder, pues yo tengo el sesenta y nueve, pensará otro. Me queda para rato…, y encima me meo encima, pero cualquiera pierde el turno.
Se oirá de todo.
Otro, cuando esté a punto de entrar por riguroso orden numérico, sonará por los altavoces su nombre:
Doctor fulanito de tal, acuda a urgencias.
¡Cachis la mar, ahora que me tocaba!
Y comenzarán las subastas:
¡Le compro el número!
¿Por cuánto? Pero rápido…
Diez Euros.
Yo ofrezco quince.
Y yo, veinte.
El bedel, expresará aquello, de veinte a la una, a las dos, y a las tres: Adjudicado el cincuenta y siete, a la doctora Merceditas.
El médico de las urgencias, se irá jodido, pero menos con sus veinte euros en la bolchaca.
Hasta que un día, nos sorprendan, exigiendo el listo de turno, que se instalen cámaras en los escusados con el fin de ver el uso que se les da a los mismos. Y ojo, serán cámaras en tres dimensiones. ¡Al tiempo!
Capricho

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